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Los Besos

  • Karol Castro T.
  • 5 feb 2017
  • 2 Min. de lectura

De las expresiones de amor y formas de saludo quizá ninguna es tan prestigiosa como el beso. Aunque encarna una ambigua intensidad. La pasión urgida que anuncia o busca realizar su entronización y la alegría amorosa que se manifiesta espontanea, pero también simboliza un sentimiento contrario: la traición, la señal para el crimen.




V-JDay en Time square 1945 El beso del marinero y la Enfermera

Que un acto que representa las virtudes de la caricia mas cercanas y que inicia o despide un grande amor se utilice para el odio y la mentira, algunas veces, no hace mas que mostrar el poder de su gracia, es decir del amor... Solo la perversidad de los ritos criminales y su cobardía pueden enmascarase en el hada del afecto que son los besos. Así al beso que engañan lo bautizaron como el beso de Judas. Pero el beso que cumple su designio de amor, de deseo, de despedida, de reconocimiento es el que verdaderamente importa. Y también el de dolida impotencia que no tiene respuesta y algo nos impulsa a darlo a los seres queridos muertos.


Es probable que el beso como sello de amor, promesa o constancia, empieza su largo o breve curso desde antes de la razón. Cuando la vida se cuenta por días de la infancia y balbuceos sin palabras.



La boca, los labios, la saliva suave, purificada por las destilaciones del amor, son la gruta de los besadores, llegada del peregrinaje de una atracción mutua, respondida. No somos los humanos los únicos que recibimos el anuncio dulce, o altanero de unos labios cuyo secreto es que son el órgano de los besos. A una mujer o un hombre que dormitan en la tibieza solar del verano, en la inestable quietud de la hamaca, no los perturba la mariposa posadora que, jalada por el imán de los labios besa y besa hasta morirse allí donde queda para el despertar de los besados como una hoja puesta por el viento.


Cualquier tiempo, cualquier lugar es adecuado para besar, para besarse. Algunos prefieren el amanecer y besan convencidos de que así exorcizan la incógnita del día. O por el temor de la huida de la oscuridad y la luz impertinente alumbrando basuras. O el limite al final de la tarde, mas aun los domingos, en que todo parece a punto de desaparecer. Aquí un beso restaura el orden del mundo.


La cama, la mesa, la escalera, el ascensor, el parque, la calle, la esquina, la terraza, el baño, el mercado, el aerepuerto son sitios donde se incuba un beso sin estropicios. Aunque el beso, caprichoso, marca con su huella y embellece ciertos territorios.



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